viernes, 1 de abril de 2016

Welcome to the jungle


Después de un corto verano empiezan las clases de nuevo, y con ello el trabajo a destajo. María Eva, luciendo un irreal bronceado empezó a gritar mi apellido paterno como lo hizo en los últimos dos años de mi presidencia en la comisión cooperadora. "¡VIÑAAAAAAALEEEEEEEESSS! ¡Mirá cómo está el pasto! ¡Es una juuuungla esto!" empezó gritando el ciclo escolar. La verdad era que los yuyos le hacían sombra al retoño de San Martín y algo había que hacer. "Maria Eva, ¿no habíamos contratado un jardinero para que haga mantenimiento en la primera quincena de febrero?" le pregunté haciéndome el inocente, sabiendo que el jardinero en cuestión era un sobrino suyo. "Mirá Viñales, yo te avisé bien clarito que MI sobrino no podía venír porque no le garantizamos las condiciones mínimas de seguridad por el dengue y el zika, ¿No leés los diarios Viñales? ¡El mundo está en conmoción y vos en babia!". "María Eva, ¿cuándo me avisaste?" . "¡Antenoche Viñales! ¿No leés los whatsapp vos?". "No tengo Whatsapp María Eva" le dije por enésima vez "no creo que sea una forma seria de comunicación y mi celular es un Nokia mil...". "Buen bueno bueno, basta de excusas inútiles Viñales" me cortó en seco María Eva, "¡Vamos a concentrarnos en cosas importantes! Ahí trajimos una cortadora de pasto a nafta, cargala y ponete a cortar un poco que mando a la otra inútil de la portera a buscar bolsas de consorcio, porque entre diciembre y febrero se evaporaron las bolsas, los escobillones y los desodorantes de ambiente ¿Vos sabés algo Viñales? no sea cosa que te mande un inspector a tu casa y encuentre un Glade de la escuela ¿eh?"...

¡Qué increíble! Ahora me acusaba de robar, justo ella que se lleva a los porteros en horario escolar a baldearle el patio para su cumpleaños o alguna fiesta familiar. Con el ánimo por el piso y caliente porque al sobrino de María Eva se le había pagado por adelantado, me fui a buscar la máquina de cortar el pasto y aunque sea a bajar la altura del bosque.

Lo único que encontré en el cuarto de herramientas fue una bordeadora a explosión antediluviana con serios riesgos de explotarle en la cara a quien la encienda, en este caso yo.

Le tuve que poner nafta de mi auto y sacarle los restos de pasto seco, bolsitas de nylon y basura.Cuando Más o menos estuvo en condiciones me animé a encenderla. Apreté el boton y empezó a sonar una especie de ronroneo rítmico y me tranquilicé. Cuando la aceleraba hacía unas explosiones raras pero dentro de lo normal, sonaba como una motito fuera de punto. Me arrimé al pastizal y empecé a atacarlo con golpes de acelerador y la bordeadora empezó a sonar como un tiroteo, literalmente. Entrecerré los ojos para aguantar el estruendo y empezaron a salir de los salones los chicos y del pasto los mosquitos, ratones y arañas. Por la ventana de la dirección se advertía una silueta que sin dudas era María Eva espiando atrás de las cortinas. El ridículo crecía con el volúmen de las explosiones y la cantidad de chicos que se acercaban a mirar. Me distraje un segundo y agarré con la bordeadora un perro muerto que estaba entre el yuyo desde quien sabe cuándo y  los pedazos arrancados fueron a parar a mi ropa y a todo lo que estaba cerca. En vano aceleré la bordeadora, la misma bramaba como truenos y ya se acercaba la gente de la calle y los vecinos denunciaron un tiroteo y ruidos molestos a la policía. Bastante aturdido por el ruido y la situación, paré el motor y levanté la bordeadora que ya había empezado a prenderse fuego y la catástrofe era inminente. La puse lejos de los pastos y la apagué con la remera. Levanté la vista y toda la escuela me miraba con asombro y asco. El panorama era post apocalíptico. María Eva empezó a gritar "¡Se van todos a las aulas!¡Inmediatamente! Y vos, inútil, vení a mi oficina." y como todos se fueron a los salones dejándome solo, mis dudas acerca de quién era el inútil al que se refería Maria Eva, se disiparon.

Fui a la Dirección y lejos de felicitarme, María Eva me disparó una seguidilla de gritos por alterar la paz del establecimiento (los gritos sonaban más fuerte que la bordeadora)

Me fui a mi casa a buscar un poco de paz, pero la irakí me fulminó con la mirada y ahí me acordé que ese día llevaba puesta la remera que me  regaló en el último aniversario. Me la arrancó literalmente del cuerpo y se puso a refregarla con jabón blanco. En todo ese trayecto no dejó de mirarme con odio.

Fui al tallercito del fondo a refrescarme la cara cuando sonó el teléfono. Atendí y para variar, escuché los gritos de María Eva "¡Viñaleeeees! ¿Vos te volviste loco o querés que me cierren la escuela? Ya mismo me borrás la foto que está en el whatsapp y el facebook de la escuela. ¡Ya mismo! ¿Entendiste?" Y me cortó sin darme tiempo a explicarle que no tengo ni whatssapp.

Como pude me fui a la habitación de mi hija mayor y le pedí (tuve que darle trescientos mangos) que ponga el facebook de la escuela. Ahí aparecía yo, con photoshop. Alguien me había sacado una foto en el tumulto y la trucaron. Ahí aparecía mi cara desencajada vestido como la muerte y con la bordeadora ensangrentada en lugar de la guadaña. En la foto me encontraba sobre una pila de perros descuartizados y la bordeadora en llamas. Esa foto tenía más de dos mil likes, estaba compartida a todo el mundo y ya a esa hora acumulaba 400 comentarios.

Era el hazmerreír de la comunidad.

No va a ser fácil el año escolar.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Travestis africanos


En la recorrida de los miércoles me encontré al portero de la tarde solo en un salón, tratando de leer un librito de tapas verdes. Me sorprendió verlo así, ya que sus gustos literarios no pasaban de la sección espectáculos bizarros del diario local. Más me sorprendió cuando veo que se trataba de uno de los libros de Freud que utilizan los estudiantes de psicología, ahí la curiosidad le ganó a la prudencia y me arrimé a por lo menos felicitarlo. “¡No entiendo nada Viñales! ¡Estoy al horno con papas!” me frenó en mi camino al salute, “Mañana tengo un psicolaboral para entrar al frigorífico que están tomando gente y no tengo idea de nada. ¿Qué hago Viñales? ¡Voy a ser portero toda la vida!”
Traté de tranquilizarlo, “Mirá, no es tan difícil. No tenés que estudiar nada. Un psicolaboral básicamente consta de una serie de pruebas y juegos que tienen que ver con tus habilidades y sobre todo si sos apto para el puesto. Tratándose de un frigorífico y no siendo un puesto jerárquico, las pruebas no son tan intensivas. Tratan de ver si no consistís en una amenaza para la sociedad , nada más. Si llegaste a esa instancia, es casi seguro que el trabajo es tuyo a menos que detecten que estás loco como una cabra, y dado lo poco que te conozco creo que sos un buen tipo, cumplidor y derecho, que no vas a tener problemas.”
El rostro del portero se aflojó y recuperó la calma, se sacó los anteojos y se los devolvió a la secretaria. “Muchas gracias Viñales. Me devolviste el alma al cuerpo. Nunca hice un test para entrar a una empresa y creí que se trataba de un examen como la escuela o algo peor. De nuevo , muchas gracias. Mañana a la tarde te cuento como me fue.” Y salió más relajado. Terminé la recorrida, obviamente recibiendo los consabidos gritos de María Eva, que eran como el pan de cada día y me fui a casa.
El día transcurrió como siempre, trabajo, casa, la irakí y su comida explosiva, etc, etc. Al otro día, después de hacer los trámites de rutina me acerqué en horas de la tarde a la escuela a ver que había pasado con el portero. Lo encontré en la portería solo, fumando sin parar y con un blister de medicación casi vacío. Me preocupó verlo así y decidí evitarlo. Cuando ya estaba saliendo de la escuela me gritó como un trueno “¡Viñales! Vení por favor. Dale vení que tengo que decirte algo.” El grito del portero había atraído la atención de casi todos, y percibí en el aire que todos menos yo, estaban al tanto de los motivos del malestar del portero. Repasé mentalmente que podría ser que me involucraba directamente y decidí preguntarle de lejos. “¡Eh! ¿Qué tal, como te fue ayer? Justo iba a preguntar…!” “¡Viñales! Me mandaste al muere Viñales.” me cortó a los gritos.
Antes que pueda preguntar qué pasó, me ametralló con el relato casi sin respirar. “¡Una prueba nomás!¡Unos jueguitos! Me dijiste que era una estupidez, un trámite, ¿sabés que me hicieron? Me hicieron jugar al mecano, me hicieron dibujar boludeces ¡Odio dibujar Viñales! ¿Para qué mierda necesita un despostador dibujar a un boludo abajo de la lluvia me querés decir? ¡Me agarraron para la joda Viñales! “ Ahí se empezó a acercar señalándome con el dedo mientras de los salones se asomaban más maestras y alumnos. “¿Pero sabés cuál fue la frutilla del postre? La hija de puta de la psicóloga sacó unos dibujitos de una caja, que cualquiera de los anormales que viene a estudiar a esta pocilga podría hacer mejor. Me mostró un montón de mariposas, murciélagos y bichos aplastados. Pero lo que colmó el vaso, fue uno que tenía dos travestis africanos cocinando algo. La boluda me preguntaba dónde mierda veía los travestis, y agarré la tarjeta y le señalé la porongas y las jetas, esas jetas así que tienen los negros, como los pacuses ¿viste? Como el boludo ese que vino una vez a cortar los yuyos ¡Viñales acordate! Bueno no importa, y la boluda empezó a preguntar que estaban cocinando los travas. ¿Que se yo que cocinaban los trabucos? ¡Algún boludo que cazaron y que se iban a comer! No sé como programan las comidas esos negros maracas. Y me calenté. Me parecía que la tipa me estaba agarrando para la joda porque anotaba cosas en una libretita y me sacaba fotos con el celular. ¡Y me saqué! ¡Le tiré la libretita y el celular a la mierda y dos morochos me agarraron y me sacaron a patadas en el culo! Me denunciaron ….¡ME DENUNCIARON VIÑALES! Por eso quería estudiar el libro boludo. María Eva me había señalado qué tenía que contestar en cada lámina y ya estaba llegando cuando apareciste VOS y me hiciste el chamuyo de que no era para tanto y toda esa mierda. ¡Tomatelas Viñales porque el alplax no está haciendo efecto! ¡Tomatelas!” y lo agarraron entre el profesor de gimnasia justo cuando se me venía encima. Se desmayó en el acto y se lo llevó el albañil en el rastrojero al hospital. Me estaba yendo desapercibido, lo más desapercibido cuando la voz de María Eva me rescató del anonimato como un tirón de pelos “¡¡¡¡VIÑALES!!!!¡¡¡Vení a la dirección ya!!!


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miércoles, 11 de noviembre de 2015

La escuela tiene mascota


Como cada mañana, la estruendosa voz de María Eva volvía a arrancarme de las garras de Morfeo.

“¡¡¡¡VIÑAAAAAAAAALESSSS!!!!” sonó la grácil doncella malherida. Cuando estiraba solo la letra “A” eran pavadas sin peligro. Cuando no estiraba ninguna vocal, pero le agregaba “Venite YA” era urgente. Pero si estiraba la letra “S” era una incertidumbre, nunca había pasado salvo esa vez que se intoxicó con agroquímicos en mal estado que tenía guardados en el armario de la dirección.

Me tomé medio mate tibio y salí para la escuela a ver qué me esperaba …

Grande fue mi sorpresa cuando veo que la dirección estaba abarrotada de gente. Docentes, no docentes, padres, madres y alumnos me impedían el paso. Cuando se despejaron un poco los ánimos, alcancé ver a María Eva y me dio la impresión que sonreía. Empujé con todas mis fuerzas para llegar a ella, ya que esa expresión en su rostro solo significaba que estaba a punto de dejarnos. Llegué a la silla donde estaba desparramada literalmente María Eva con un mono semidormido en su falda. Me paré en seco y miré para todos lados buscando un palo o algo con que sacarle la bestia de encima a la otra bestia. “¡VIÑALES! ¿Qué hacés? Me vas a despertar la criatura. Hacé silencio de una vez.” No podía creer lo que veía, y lo peor es que todos se habían encariñado con Minguito (le puso así de nombre María Eva al mono, Minguito, por Sarmiento…). Buscá una manta del armario de la de plástica y tráela que lo vas a llevar a vacunar a Minguito así no se enferma de nada. “¡Pero María Eva, es ilegal tener un mono en cautiverio, y mucho menos en una institución pública, es un peligro para todos y sobre todo para los chicos.!” traté de hacerla entrar en razón inútilmente como siempre.

“Pero si no va a estar en cautiverio, Viñales. Él va a ser libre en el patio con los chicos, va a poder jugar tranquilo si es un amor. Miralo bien la paz que irradia, es un ser luminoso y nos va a venir bien por ese temita de pediculosis que anda circulando por ahí. Así que mirés por donde lo mirés, Minguito es todo beneficio, y si no te gusta te vas a otra escuela Viñales. ¡En esta escuela de morondanga mando YO! ¿Entendiste? Y andá a vacunar a Minguito que te espera el veterinario Mendoza, el papá del gordito insoportable de 6to C, que prometió discreción a cambio que lo pongamos de abanderado al nene.” “¡Pero eso está mal María Eva!¡La bandera es sagrada!” le dije.

“Va a ser un acto pedorro Viñales, para la foto nomás. ¡Y andá inoperante que va a caer el turno que te reservé!¡Tratá que no lo vea nadie!” me gritó María Eva, aún cuando ya ella sola se lo había contado y mostrado a medio mundo al monito.

Subí al monito al auto, todo envuelto en una manta de Hello Kitty y lo acomodé en el asiento de atrás. Estaba realmente tranquilo el animalito. Realmente lo había prejuzgado. Fuimos hasta el veterinario que quedaba al otro lado de la ciudad y con mucha discreción, Mendoza nos hizo pasar a Minguito y  mí al consultorio por la puerta de atrás. Lo vacunó y me cobró 500$. “Pensé que había hablado con María Eva de esto. No sabía que tenía que pagar algo.” le dije. “Si, ya sé, María Eva me dijo que sea discreto, pero a la vacuna contra la rabia para monos a mí no me la regalan. Si me decía antes que se la ponga la llamábamos a María Eva, pero bueh. No sea rata Viñales, si paga Cooperadora, ben que ahí usted debe meter la mano en la lata.” Le estaba por acomodar las ideas de una trompada y entró una nenita con un pececito muerto en una bolsita de nylon y Mendoza le había preparado un minivelorio. Me estaba yendo y sentí que Mendoza le estaba reclamando muy cortésmente milquinientos pesos por el servicio fúnebre y la evacuación posterior por el inodoro del pescadito.

Subí a Minguito al auto y empezamos el regreso a la escuela. Cuando íbamos por la avenida más poblada en la hora pico, veo a Minguito que levantó por primera vez la cabeza y empezó velozmente a explorar el lugar. “¡Minguito! Te despertaste por fin. ¿Viste que linda la ciudad? Ya llegamos en un ratito a la escuela.” Le dije al monito que ya empezaba a ponerse más inquieto. De los saltos laterales en el asiento empezó a saltar de atrás hacia adelante. Traté de agarrarlo pero era imposible, parecía eléctrico el animal del demonio. “¡Minguito, mono de mierda! ¡Quedate quieto carajo!” le grité mal, y lejos de calmarse se fue a la luneta trasera, empezó a cagar y me empezó a tirar con los soretes embocándome dos en la nuca. “¡Ahora si me vas a conocer hijo de puta!” le grité y mientras manejaba le vacié un matafuegos al asiento de atrás. Después de un segundo de aparente calma, de entre la niebla salió el diabólico mono y se me prendió de la cara dejándome ciego. Cuando trataba de sacármelo, chocamos contra un auto que estaba parado en el semáforo y Minguito fue a parar al parabrisas quedando atrás del volante. El auto era un recinto irrespirable, entre la mierda del mono y el contenido del matafuegos. Cuando se disipa la niebla, veo un policía que me hacía señas para que baje el vidrio de la ventanilla. “Documentos por favor” me dijo monocorde sin siquiera preguntar cómo me encontraba. Empezó a hacer un acta de infracción y de golpe sacó el arma y me apuntó “¡Ponga las manos donde las vea! ¡Rapido!” al mejor estilo policial yanqui. Me esposó y me detuvieron por un día por tráfico de animales en peligro de extinción. Me cobraron una multa descomunal y quedaron mis antecedentes manchados para siempre. Al auto me lo terminaron desvalijando y lo que quedó lo vendí por chatarra y algo pude achicar la multa.

Aparentemente a los monitos, para llevarlos de tráfico y venderlos, le dan una buena cantidad de vino con azúcar y fruta así se emborracha y queda semidormido y querendón. Y la vacuna que Mendoza le puso a Minguito, le hizo efecto rebote y se sobreexcitó y sumado al encierro, al matafuego, a la música fuerte, el monito se alteró mucho y terminó muerto del corazón.

A los tres días volví a la escuela y todos me daban vuelta la cara.

Había matado nada más y nada menos que a la primer y única mascota de la escuela.

miércoles, 14 de octubre de 2015

La lección de anatomía


 

 

María Eva, como cada miércoles me despertó con su acostumbrada arenga "¡VIÑALES! ¡VENITE YA!" y Viñales acudió a someterse a los designios de su majestad María Eva III.

Grande fue la sorpresa cuando me encontré con la policía en la puerta de la escuela y supuse que la cosa era grave y apuré el paso.

El portero me vio llegar y se fue barriendo el piso hacia un lateral para no darme mucha bola ni contestar preguntas, solo me saludó con un gesto ambiguo y minúsculo.

En el pasillo había chicos asistidos por personal médico, parecían víctimas de una intoxicación dado que vomitaban sin parar o parecían en estado de shock. "¿Qué pasó ahora?" me preguntaba mientras la cabeza trataba de recordar fechas de vencimiento de los dispensers de agua o la última revisión de los baños.

Cuando estaba llegando al despacho de María Eva, se escuchaban fuertes gritos entrecortados como presas de un estado de pánico de las mellicitas Andrada, las hijas del tesorero.

Cuando entre la multitud la mirada de María Eva encontró la mía, se me vino con furia apartando a todos del medio. "¡Vení irresponsable! Te voy a meter un sumario por provocar todo esto. ¿Vos no pensás que tengo los medios respirándome la nuca y me van a destruir? ¡Si caigo yo caemos los dos! ¡Sabelo Viñales!" me gritó sin respirar dejándome los anteojos llenos de saliva. Cuando encontré un hueco le pregunté qué pasó, por que tanto alboroto y qué tenía que ver yo con esto.

Me estaba por contestar cuando veo a la vieja Parodi, la profesora de biología, que se la llevaban dos policías con el cuerpo cubierto con un cubrecamas Palette.

La cosa parecía más grave aún, más dudas se me venían a la cabeza.

Antes que intente preguntar nada, María Eva me cortó en el aire con una mirada fulminante "¡¡¡Viste!!! Esto es culpa tuya...Esa infradotada estaba explicando anatomía y estos negros indocumentados no entienden nada que esté escrito y que ocupe tres renglones o más. Y la boluda, porque otro calificativo no le cabe, se le ocurrió investigar métodos alternativos de enseñanza...¿Me querés decir Viñales , qué le costaba mandar a  los negros a estudiar, tomar la prueba , hacer los recuperatorios indefinidos y cada vez más fáciles hasta que aprueben como hacen TODOS los docentes? ¿Quién mierda la manda a innovar?"

"Pero María Eva...¿Qué hizo la Parodi ahora? Si se enganchó bastante con los métodos alternativos de comunicación" le dije intentando entender la situación.

"La boluda vio una noticia en internet de una docente que les enseñó anatomía con un traje raro que tenía estampado los músculos y los huesos para que los pibes entiendan donde miércoles tenemos las cosas puestas en el cuerpo ¿me seguís? y se armó algo así con papel crep de colores, y cuando se lo quiso sacar quedó desnuda frente al alumnado...¿me seguís Viñales? ¿Te das cuenta imbécil que si comprabas el proyector a tiempo nos ahorrábamos todos estos disgustos? ¿Viñales pelotudo, que te pasa? ¡Reaccioná!!" fue lo último que escuché....

Cuando me contaba María Eva todo esto, me imaginé a la Parodi en bolas y el cerebro me hizo colapsar todos los sistemas dejando el corazón en una sola aurícula funcionando y parte de los pulmones.

Cuando me desperté estaba en el hospital con una bata y un montón de cables conectados, la irakí me miraba con disgusto y me tiró unas autorizaciones de estudios para que le firme. Los autografié y juntó todo con un quejido seco y desapareció.

Los papeles indicaban que hace tres meses que estoy en coma acá y recién me desperté.

Me quedé solo pensando ¿Cuándo fue que María Eva me pidió que compre un proyector?

 

http://www.clarin.com/sociedad/profesora-desnuda-alumnos-ensenarles-anatomia_0_1447655362.html

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Discusiones trascendentes de los martes

Como cada martes me acerqué con la planilla de los gastos y las correspondientes facturas para que la secretaria les de entrada y queden asentadas en las actas de la escuela
llegué hasta la puerta y escuché la siguiente discusión, o al menos parte de ella.
Los nombres no los pongo porque realmente no sé quienes eran, y decidí llamarlos A y B respectivamente. Ahi vamos...

A:- Según dijo, la reunión va a ser el viernes que viene.

B:- ¿Ahora? ¿Este viernes?

A:- No....el que viene.

B:- Por eso..el viernes que viene, o sea el próximo, sería este viernes.

A:- No...el viernes que viene, sería este. El próximo vendría a ser el que viene...¿entendés?

B:- Pará, pará...Este viernes, es "este viernes". El que viene sería el "otro viernes".

A:- Pero nos invitó para el que viene...

B:- ¡Claro! Para este viernes no, para el que viene, o sea para el otro viernes.

A:- ¿o dijo "los espero el viernes" a secas?

B:- No, no, no....Dijo clarito, "nos vemos el viernes que viene"...o sea el otro viernes.

A:- ¿Y por qué no dijo directamente el otro viernes? ¿ o por qué no le puso un numero al viernes así no nos confundía tanto?

B:- Pero si está clarísimo, el viernes de esta semana sería "este viernes", o sea el que viene, el próximo; el "viernes que viene" sería el otro viernes, o sea dentro de dos viernes, y "el otro viernes" vendría a ser el otro, a secas, el tercer viernes a partir de hoy...¡Ay, es una boludez! ¿cómo me ponés esa cara de que no entendés?


La discusión siguió, mi paciencia y mis nervios me dijeron suficiente.
Me fui.
Nos vemos en el próximo relato...o en el que viene...ya no sé.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Hemorragia

Los lunes están predestinados a los infortunios.
La mañana empezó con un llamado que a esta altura del partido ya dejó de ser inesperado. "¡¡¡VIÑALES!!! ¡¡¡Venite YA!!!" gritó María Eva  y cortó asumiendo que me encontraba en plena predisposición. Me ahorré la devolución de llamada. la discusión can la Irakí y el desayuno paupérrimo que debía prepararme con los restos de los demás desayunos y partí para la escuela.
Llegando el portero me hace una mínima señal que indicaba que el día venía atravesado. Llegué a la dirección y sin mediar saludo María Eva me gritó "¡¡¡Pasá Viñales!!!¡¡¡Cerrá la puerta por favor!!!". La frase "por favor" en boca de María Eva, significaba que los problemas habían empezado.
De espaldas a mí, había un niño de guardapolvos que no pasaba los 9 años. Razón por la que no me maltrataba más María Eva creí que era la presencia de un alumno, aunque nunca dudó en llamarme inútil frente a toda la escuela o inoperante delante de los miembros del Consejo Escolar. "Mirá lo que pasó" me dijo y giró violentamente la cabeza del niño casi al punto de desnuque. Nada raro veía en la cara del niño, tenía ambos ojos , sanos, la frente sin costuras ni tajos, ningún moretón y la boca no sangraba. Nada raro, salvo un hilo que salía de una de las fosas nasales. "¿Que es ese hilo que sale de la nariz del nene?" pregunté inocente. "¡Este imbécil se estaba agarrando a empujones con los del C , que son lo peor de la escuela, y empezó a sangrarle la nariz! ¡Y resulta que a la microcéfala de Plástica se le ocurrió meterle un tampón para parar el sangrado! ¡El tampón se le hinchó y ahora no le sale , ni sangre ni el tampón! ¿¿¿¡ENTENDES LA SITUACIÖN VIÑALES!???"
Casi estuve a punto de ir a la sala de plástica a pedirle dos tampones para los oidos, pero si la profesora tenía tampones encima, supongo que el ánimo no estaba para jodas.
Al pibe no le quedaban ganas ni de llorar, se ve que el tampón tambien le chupó las lágrimas, supuse, como dicen que la nariz y los ojos están medio interconectados, pero había que ponerle acción a la situación. Empecé a tirar suavemente del hilo y se salió dejando el resto del tampón dentro de la nariz del chico. Miré en este orden, al hilo, al chico y a María Eva y percibí que se hacía la boluda. Un microsegundo después , mutó para gritar "¡¡¡QUE HICISTE VIÑALES!!! ¿Y AHORA? ¿COMO LE SACAMOS EL TAMPON AL ALUMNO?" Me guardé para mí la suposición de que María Eva ya había intentado la maniobra del tirón y rompió el tampón, así que lo acomodó, retó al chico para que no llore más y me llamó por teléfono.
Fui hasta la secretaría a buscar algo que me pueda ayudar, si me hubieran avisado a casa de este trance me hubiera traido una pinza de punta o algo. Así que improvisamos y me armé con una abrochadora, una tijerita y tres alfileres de gancho una suerte de instrumental quirúrgico digno de las películas El juego del miedo . Le pedí a María Eva que le tape los ojos al chico para que no se impresione con los elementos cortantes. Buscó un pañuelo enorme que siempre usa para cuidar la garganta con la que me vive gritando, y se lo puso en los ojos. Cuando agitó la tela, desprendió un sinnúmero de partículas y un horrible hedor a perfume adulterado que nos sacó lágrimas a todos. Estaba recuperando la visión cuando veo que el alumno comienza a convulsionar arqueándose hacia atrás y adelante. "¡María Eva!¡Estás asfixiando al pibe" le grité. Lo soltó con violencia y el pendejo estornudó una tonelada de moco, dos litros de sangre y un tampón OB mini. Todo eso fue a parar directamente a mi cara.
"¡Lo salvé! Yo sabía que iba a encontrarle la solución. ¿Viste Viñales como se lidia con un problema? Aplomo y acción." me gritó María Eva y agarrando al nene de un brazo salió a contarle esto al portero de la mañana, que era como contárselo al mundo.
Me limpié la cara con un pañuelo y me fui a casa.
Tres días después, cuando volví a casa de trabajar, la Irakí sin mediar palabra me dio una cachetada y me miró como esperando una explicación. Tres segundos después, me acomodó otra cachetada y se fue al comedor. Cuando se corrió, vi que arriba del lavarropas estaba la camisa que usé el lunes ...Y el tampón perdido.

jueves, 20 de agosto de 2015

El retoño de San Martín

Ya era la tercer vez que cambiábamos las baldosas del patio.
Para ahorrar dinero en albañiles, un grupo de padres (los mismos de siempre) buscábamos material de construcción, comprábamos el piso con el dinero de rifas y  nos encargabamos del trabajo de colocarlos a pesar de nuestros escasos conocimientos de albañilería.Esta vez nos propusimos averiguar la causa del levantamiento del piso, ya que se estaba gastando demasiado dinero año tras año con el riesgo de tener algún accidente algún día. Después de mucho escarbar y rastrear, encontramos que las raíces de un enorme y viejo pino eran la causa de la rotura frecuente del piso del patio. Me fui a la oficina de María Eva (la directora) para comentarle el caso.
"¡Viñales! ¡Ni se le ocurra tocar el retoño de San Martín!" me gritó María Eva salpicando todo con saliva matinal.
Ahi me enteré que San Martín dictó el parte de la victoria de San Lorenzo bajo un pino, del cual sacaron retoños que fueron esparciendo por las distintas escuelas santafesinas, y que un director hace un montón de años trajo uno y lo plantó en el medio del patio.
Así que estábamos perdiendo sistemáticamente el dinero recaudado por las raíces del bendito retoño patrio. "La única manera de sacarlo Viñales, es que se seque solo, o le caiga un rayo." sentenció María Eva.
Cuando le comenté a los demás padres, el vasco Luzuriaga agarró un bidón de aguarrás y encaró el retoño con ánimos piromaníacos. Lo frenaron entre tres justo cuando empezaba el recreo de las dos y media.
¿Qué hacer con el tema?
En eso estábamos cuando apareció Maiztegui, un viejo farmacéutico que siempre nos daba una mano para conseguir vendas, gasas y analgésicos vencidos para completar los botiquines. Después de escucharnos un rato hizo un profundo silencio. Miró el piso y despues de mirarnos serio dijo "Tengo la solución".
Resulta que el viejo había estado desarrollando un herbicida para dedicarse de lleno a los agroquímicos y dejar la farmacia, pero el socio lo dejó plantado y sin un mango, pero en el galpón tenía aún los sobrantes. La idea era convencer a María Eva de reparar la instalación eléctrica de noche para no interferir con las clases y amasijar el retoño con el preparado químico. Cuando tuvimos el OK procedimos.
Nos juntamos una noche en lo de Maiztegui con Luzuriaga y el portero de la tarde que tenía las llaves. Maiztegui apareció con un bidónmetalizado con una etiqueta amarilla fuerte. Fuimos para la escuela en el Renault 4 del portero. Entramos y fuimos hasta el retoño. Maiztegui se puso unas gafas de seguridad y un delantal amarillo de plástico duro. Con unos guantes de goma destapó el bidón. Luzuriaga y yo agujereamos el tallo del retoño con una mecha de 10 mm hasta el centro del tronco en cinco lados diferentes como aconsejaba Maiztegui. El portero llenó con el preparado una enorme jeringa que tenía una aguja flexible de goma para inseminar yeguas. Con la misma llenó los agujeros del retoño y tapamos con barro los orificios al mejor estilo Carrascosa.
Estábamos juntando todo prolijamente para no manchar nada ni dejar rastros cuando nos pareció que el retoño empezaba a erupcionar. Tuvmos la impresión que levantaba temperatura, como si el espíritu de San Martín lo hubiera poseído y nos quisiera devolver la cortesía. Nos fuimos rápido y nos separamos para no volver a hablar del tema.
A la semana María Eva me llamó. Cuando llegaba a su oficina pasé por el patio y vi muy desmejorado al retoño y un dolor me creció adentro. "Viñales, parece que Dios se apiado del piso y de ustedes y está matando al retoño....¿qué le puede estar pasando?¿Usted sabe algo?" me dijo la directora mirando inquisidora. "Se avivó" pensé, "o alguien nos vio". Iba a contarle la verdad y entró la regente diciendo "María Eva, vino Ielpi el concejal a hablar del acto del 17 de octubre".
"Vaya Viñales, vaya. Ya hablaremos de esto" se despidió María Eva.
Desaparecí por un mes mas o menos, no quería saber nada del retoño. San Martín se me presentaba en sueños y me inyectaba herbicida en las venas.No podía más con la culpa y fui a contar todo y a hacerme el responsable de lo ocurrido con el retoño. Entré a la escuela y cuando pasé al patio había un enorme revuelo. Todo el mundo estaba rodeando el retoño de San Martín. Cuando me abrí paso entre la gente, María Eva me agarró del brazo como a un alumno y me gritó "¡Viste Viñales!¡ Dios aprieta pero no ahorca! ¡Mirá el retoño! ¡Está hermoso!"
Y era verdad, estaba hermoso, lleno de brotes verdes y con un brillo en la corteza increíble. No entendía qué había pasado.
La respuesta vino cinco años después, cuando murió Maiztegui. Uno de los hijos nos contó la mala nueva al portero a Luzuriaga y a mí. Dijo que nosotros le habíamos alegrado la vida y que gracias a la cooperadora vivió sus últimos años en plenitud.
Lo único que no se explica es como se le había ocurrido a Maiztegui poner insulina y acido fólico en vidones para herbicida....
Los tres nos miramos, le dimos la mano y nunca más tocamos el tema.
Y el retoño sigue en pie, más lindo que nunca diría Jorge Hané.