lunes, 4 de mayo de 2015

Choripanes y fantasías


El día de la feria de fin de año, las tareas se reparten en forma más o menos similares año a año. Las mujeres jóvenes se encargan de armar los choripanes y las hamburguesas, las mujeres grandes atienden al público, los hombres hacemos los choris y los viejos nos dan indicaciones, consejos y nos cuentas sus épocas de gloria y de cuando la escuela era la escuela y no la porquería en la que se convirtió. Nunca fue fácil la feria.
Las señoritas, todas de punta en blanco, se dedicaron a organizar los números musicales mientras que nosotros los padres buscamos los chorizos, las gaseosas y armamos el fuego de acuerdo a como soplaba el viento, que el humo no se meta en la escuela, ni que vaya para el lado de los padres, pero que a la hora del intervalo el olorcito a chori se tiene que sentir entre el público. Imposible...pero bueh, algo vamos a hacer.
El fuego no dio mayores problemas y la brasa estuvo a punto cuando
empezaron los números musicales. Era un relojito suizo la feria. En la
parrilla estábamos con otro padre de la comisión y con el portero del turno
mañana. También se comprometió el profesor de música pero nos mandó un
mensaje que venía sobre la hora porque le había surgido un imprevisto.
Ya casi estábamos listos, faltaban dos numeritos musicales y vendría el caos
de los choris cuando llegó el profe de música desarmándose por el camino y
corriendo. "Perdón, perdón...ya llegué." se excusó.
"¡Dale Beethoven que ya largamos!" lo apuró el portero. La comparación
del profesor de música con el músico alemán no venía por el lado del
talento, sino por el aspecto dejado y la sordera.
Y llegó el tan esperado momento. Se abalanzaron en malón sobre los tablones los padres y atosigaron a las madres que miraban en dirección de las parrillas mientras las jóvenes, armadas de cuchillos desarmaban el pan y le mandaban chorizo, luego le practicaban RCP para aplastarlo y lo envolvían en una coqueta servilleta....¡Una obra de arte!
Con Beethoven y el portero estábamos hechos tres gotas de transpiración,
no dábamos más. Las madres jóvenes nos trajeron cocacola fría para
recomponernos y tres repasadores para secarnos el cogote porque dábamos
mal aspecto. Mientras pasaba el intervalo, se nos sumó el psicopedagogo
para darnos una mano, nos vino justito.
Terminó el intervalo y volvieron los números musicales.  De un bolsillo, el
portero sacó tres fernets chiquitos y los mezcló con la cocacola. A esa altura
, era la gloria en un vasito de plástico con hielos. Estábamos en pleno
brindis cuando se acercó la seño de plástica, una rubia de 24 años con
aspecto de hippie y una voz que te deshacía de sólo imaginarla.
"¿No tienen un choricito como para mí?" preguntó y fue como tirar un balde

de nafta en una chimenea. Le armamos un choripan espectacular con pan
tostado y todo. Nos miró a los tres babosos y nos dijo "¡Muchas gracias
chicos! ¡Son un amor!" y se fue con el resto de las seños.
Nos quedamos en silencio los cuatro. Hasta que el portero rompió diciendo
"¡Un día de éstos, a esta pendeja le hago el orto!". Nos miramos con
sorpresa y agregó "¡Noooo boludos! ¡Es una joda! Pero que lindo sería...¿no?
¿Eh loco, soy el único que fantasea con la pendeja? ¿Saben que fantasía
tengo? Que la pendeja se me venga a la portería y que me pida que le
sostenga la escalera para subir a buscar material didáctico al entrepiso. Y ahi
se pudre todo y le damos masita hasta que suene el recreo. Esa es mi
fantasía...¿Y vos Viñales? ¿No tenés fantasías?"
"No" le dije "Soy bastante lineal en ese sentido....me excita la mina linda y
nada más. Con eso a mí me basta. Bah, que se yo, creo que ya se me pasó el tren de la fantasía.".
"¡Faaaa, que amargo que sos Viñales! ¡Viví un poco! ¡Te vas a poner viejo y
ni para recuerdo vas a servir!" me gritaba el portero mientras los pibes de
cuarto C bailaban Macarena."¿Y vos Beethoven? ¿Que le harías a la
pendeja?"
"A mi, si la mano viene por la fantasía, la pondría en una vitrina, en bolas, y
cada tanto la abro para ponerle aceite para bebés Johnsons así se mantiene
brillante. " nos decía el profe de música mientras miraba al cielo."¿Pero cómo te la cogerías Beethoven?" lo apuró el portero.
"No, no , no...Tocarla nunca. Se rompería la fantasía." le dijo Beethoven y
el portero empezó a reirse mal. "¡Pero que manga de trolos!" La próxima lo
invito a Arrieta a cocinar.
"Mi fantasía pasa por el lado de los uniformes" dijo el psicopedagogo
quebrando el clima de gomería que había instalado el portero.
"¿Y como sería doctor? ¿Asi , la pendeja vestida de enfermerita, mucama o
policía?" le dijo el portero bien básico.
"Más o menos. A mi me calientan las testigos de Jehová. Mi fantasía es que las minas, de a dos andan, vengan un sábado a la mañana que es cuando uno está más al palo. Que llamen a mi puerta y ¿vieron que son muy amables? bueno, que entren de prepo y me hablen duro. No sé, me calienta un poco todo eso, el vestido largo, las botas cortas sin taco, la cartera y el sombrero pero con una actitud bien perra. Si algún día un par de estas minas me agarran y me leen el Atalaya y la otra me pega con el Despertad en el lomo mientras estoy atado sería el hombre más pleno del muno. Todo el mundo fantasea con algo así ¿o no?" y con los ojos casi desorbitados nos miraba.
Beethoven no cerraba la boca y el portero tenía congelada la expresión de asombro. Mi cabeza buscaba excusas para irme rápido pero el cuerpo estaba trabado como si se hubiera quedado sin baterías. En ese momento el psicopedagogo mutó su cara de sacado por una sonrisa afable y dijo "¡Ehhhh! ¿qué les pasa muchachos? Era una joda...¡Si se vieran las caras!...Bueno, los voy dejando, me voy con el cuerpo docente para cantar la canción de la escuela así vamos cerrando la feria. Fue un gusto hablar con ustedes. Chau, nos vemos el año que viene."
En silencio, el portero, Beethoven y yo desarmamos el parrillero y guardamos todo, teníamos más preguntas que respuestas en nuestras cabezas pero ninguno habló más del tema. No volvimos a fantasear con la pendeja de plástica ni con nadie, y cada sábado cuando los testigos de Jehová vienen a la puerta de casa es inevitable pensar en las palabras del psicopedagogo y opto por esconderme hasta que se vayan.