lunes, 27 de abril de 2015

Rodolfo Casares - Una institución dentro de otra.

Es normal que los baños de las escuelas se tapen pero esa vez fue demasiado.
El viejo Casares, era un ordenanza que por los baches y vueltas de la ley no pudo jubilarse, y estaba en el limbo de los porteros. El gremio nos dijo que no podían darle trabajo a Don Casares porque si se llegaba a accidentar mientras esperaba su jubilación , se podría armar un terrible despelote en el consejo escolar. Asi que se pasaba los días arreglando pequeñas cosas en su taller del fondo, que era un cuartito de máquinas cuando en la escuela funcionaba la central telefónica del barrio.
El viejo Casares era vegetariano y los platos que se armaba tenían un colorido siempre llamativo. Había escuchado en la radio, que un nutricionista aconsejaba variedad de colores para una mejor calidad de vida. Era extremadamente flaco y los chicos le decían Skeletor, como se llamaba el antiguo villano de He Man. Es que el viejo era literalmente un esqueleto forrado de cuero y creo que los pibes eran generosos comparándolo con Skeletor.
Cierto día fuimos con un par de padres a destapar las cloacas y le avisamos a todos que por favor que durante las dos horas de trabajo no vayan al baño. Y si van, avisen.
A veces uno piensa que insistiendo un par de veces ya es suficiente, pero en la vida real no es así.
Estábamos en plena tarea cuando vemos al viejo Casares que cierra la puerta del taller. Dos posibilidades se abrían, que el viejo se eche a dormir una siesta o que vaya al baño a compartir con el mundo sus producciones.
Estábamos atentos y nos apartamos de la cloaca , cuando sentimos la inconfundible descarga del baño.
"¡La puta que los reparió, viejo de mierda!¡Y eso que le dijimos!" gritamos a coro.
En eso miramos el caño principal y el milagro ocurrió frente a nuestros ojos. Primero fue la orina, y luego un colorido sorete pasó frente a nuestros ojos. Parecía una víbora de coral con savora y mayonesa.
"¡Casares es un Picasso!" gritamos con Martorel que me estaba dando una mano con la cloaca.
En eso sonó el timbre del recreo y los chicos salieron al patio. Los que se acercaron rápido pudieron ver la colorida obra de Casares y tambien escuchar nuestro desafortunado comentario.
Como un reguero de pólvora los pibes empezaron a corear "¡Casares! ¡Picasso! ¡Mandate otro cuadrazo!"
Tal fue el alboroto que Casares, con los pantalones a medio poner, salió con un hierro que tenía para destapar caños, blandiéndolo por el aire para asustar a los chicos. Tan mala suerte tuvo, que fue a tocar el cable de alta tensión del cuarto de máquinas, y como estaba descalzo comenzó a electrocutarse.
Todos lo miramos durante una fracción de segundo hasta que el gordito Valderramas, que era un tremendo hijo de putas, gritó "¡Ya tengo el podeeeeeeeeeeeeeerrrrr!"
Lo que siguió fue juntar al finado Casares, entrar a los chicos, llevarlos a ver a Tu-Sam que venía al teatro y con unos mangos que sacamos de la rifa del cajón de vino, los hipnotizamos para que se olviden del episodio.
Al consejo no le dijimos nada de la electrocución.
El viejo no tenía familia.Mientras tanto lo pusimos en la vitrina de ciencias naturales y le pusimos una fecha precolombina.
Aún sigue ahí, esperando la jubilación.