miércoles, 16 de diciembre de 2015

Travestis africanos


En la recorrida de los miércoles me encontré al portero de la tarde solo en un salón, tratando de leer un librito de tapas verdes. Me sorprendió verlo así, ya que sus gustos literarios no pasaban de la sección espectáculos bizarros del diario local. Más me sorprendió cuando veo que se trataba de uno de los libros de Freud que utilizan los estudiantes de psicología, ahí la curiosidad le ganó a la prudencia y me arrimé a por lo menos felicitarlo. “¡No entiendo nada Viñales! ¡Estoy al horno con papas!” me frenó en mi camino al salute, “Mañana tengo un psicolaboral para entrar al frigorífico que están tomando gente y no tengo idea de nada. ¿Qué hago Viñales? ¡Voy a ser portero toda la vida!”
Traté de tranquilizarlo, “Mirá, no es tan difícil. No tenés que estudiar nada. Un psicolaboral básicamente consta de una serie de pruebas y juegos que tienen que ver con tus habilidades y sobre todo si sos apto para el puesto. Tratándose de un frigorífico y no siendo un puesto jerárquico, las pruebas no son tan intensivas. Tratan de ver si no consistís en una amenaza para la sociedad , nada más. Si llegaste a esa instancia, es casi seguro que el trabajo es tuyo a menos que detecten que estás loco como una cabra, y dado lo poco que te conozco creo que sos un buen tipo, cumplidor y derecho, que no vas a tener problemas.”
El rostro del portero se aflojó y recuperó la calma, se sacó los anteojos y se los devolvió a la secretaria. “Muchas gracias Viñales. Me devolviste el alma al cuerpo. Nunca hice un test para entrar a una empresa y creí que se trataba de un examen como la escuela o algo peor. De nuevo , muchas gracias. Mañana a la tarde te cuento como me fue.” Y salió más relajado. Terminé la recorrida, obviamente recibiendo los consabidos gritos de María Eva, que eran como el pan de cada día y me fui a casa.
El día transcurrió como siempre, trabajo, casa, la irakí y su comida explosiva, etc, etc. Al otro día, después de hacer los trámites de rutina me acerqué en horas de la tarde a la escuela a ver que había pasado con el portero. Lo encontré en la portería solo, fumando sin parar y con un blister de medicación casi vacío. Me preocupó verlo así y decidí evitarlo. Cuando ya estaba saliendo de la escuela me gritó como un trueno “¡Viñales! Vení por favor. Dale vení que tengo que decirte algo.” El grito del portero había atraído la atención de casi todos, y percibí en el aire que todos menos yo, estaban al tanto de los motivos del malestar del portero. Repasé mentalmente que podría ser que me involucraba directamente y decidí preguntarle de lejos. “¡Eh! ¿Qué tal, como te fue ayer? Justo iba a preguntar…!” “¡Viñales! Me mandaste al muere Viñales.” me cortó a los gritos.
Antes que pueda preguntar qué pasó, me ametralló con el relato casi sin respirar. “¡Una prueba nomás!¡Unos jueguitos! Me dijiste que era una estupidez, un trámite, ¿sabés que me hicieron? Me hicieron jugar al mecano, me hicieron dibujar boludeces ¡Odio dibujar Viñales! ¿Para qué mierda necesita un despostador dibujar a un boludo abajo de la lluvia me querés decir? ¡Me agarraron para la joda Viñales! “ Ahí se empezó a acercar señalándome con el dedo mientras de los salones se asomaban más maestras y alumnos. “¿Pero sabés cuál fue la frutilla del postre? La hija de puta de la psicóloga sacó unos dibujitos de una caja, que cualquiera de los anormales que viene a estudiar a esta pocilga podría hacer mejor. Me mostró un montón de mariposas, murciélagos y bichos aplastados. Pero lo que colmó el vaso, fue uno que tenía dos travestis africanos cocinando algo. La boluda me preguntaba dónde mierda veía los travestis, y agarré la tarjeta y le señalé la porongas y las jetas, esas jetas así que tienen los negros, como los pacuses ¿viste? Como el boludo ese que vino una vez a cortar los yuyos ¡Viñales acordate! Bueno no importa, y la boluda empezó a preguntar que estaban cocinando los travas. ¿Que se yo que cocinaban los trabucos? ¡Algún boludo que cazaron y que se iban a comer! No sé como programan las comidas esos negros maracas. Y me calenté. Me parecía que la tipa me estaba agarrando para la joda porque anotaba cosas en una libretita y me sacaba fotos con el celular. ¡Y me saqué! ¡Le tiré la libretita y el celular a la mierda y dos morochos me agarraron y me sacaron a patadas en el culo! Me denunciaron ….¡ME DENUNCIARON VIÑALES! Por eso quería estudiar el libro boludo. María Eva me había señalado qué tenía que contestar en cada lámina y ya estaba llegando cuando apareciste VOS y me hiciste el chamuyo de que no era para tanto y toda esa mierda. ¡Tomatelas Viñales porque el alplax no está haciendo efecto! ¡Tomatelas!” y lo agarraron entre el profesor de gimnasia justo cuando se me venía encima. Se desmayó en el acto y se lo llevó el albañil en el rastrojero al hospital. Me estaba yendo desapercibido, lo más desapercibido cuando la voz de María Eva me rescató del anonimato como un tirón de pelos “¡¡¡¡VIÑALES!!!!¡¡¡Vení a la dirección ya!!!


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